Hace un tiempo escribí un artículo sobre cómo el tipo de crianza puede prevenir el abuso sexual infantil. Hoy vuelvo con otro tema delicado, la violencia de género.
Felizmente el feminismo está cogiendo fuerza a nivel mundial. Los avances que estamos consiguiendo son abismales, pero pienso que no son suficientes. Un verdadero cambio solamente puede darse si tratamos la raíz, y como en toda problemática social la raíz se encuentra en la infancia. Aunque este tema da para mucho, voy a intentar resumirlo y explicar de dónde viene la violencia de género y cómo podemos evitarla mediante nuestra forma de criar, educar y acompañar la infancia.
Tipo de apego
El apego es el tipo de vínculo primario que se establece entre un/a bebé y su figura principal de referencia, normalmente su madre. Este vínculo será la base y el modelo de todas las relaciones a lo largo de su vida. Si las necesidades de un/a bebé son siempre cubiertas y percibe en su madre una base de seguridad fiable se enfrentará al mundo y al resto de relaciones con relajación y confianza. En cambio, si las necesidades de un/a bebé son solo cubiertas a veces, nunca se satisfacen o incluso se le maltrata, enfrentará las futuras relaciones de amistad, de pareja o laborales, en alerta, con desconfianza, miedo, inseguridad, exigencia, rencor, agresividad, etc. Está demostrado, por ejemplo, que las personas que tuvieron un apego inseguro ambivalente tienden de mayores a involucrarse en relaciones amorosas tóxicas y dañinas. Por eso, lo primero que podemos hacer para evitar que nuestra cría se convierta en un futuro maltratador o una futura víctima es crear un vínculo seguro y satisfactorio desde los comienzos de la vida.
Autoritarismo y relaciones de poder
La crianza y educación tradicional se basan en el autoritarismo. La persona que tiene más poder (padre, madre o profesor/a) premia, castiga o chantajea a la persona más vulnerable (niño o niña) para lograr su obediencia. Éste es el modelo de relación que vivimos e interiorizamos desde pequeñxs. Aprendemos que lo normal es castigar a la otra persona cuando no hace lo que nosotrxs queremos. Por eso, es comprensible que cuando un hombre siente que su pareja no ha cumplido con lo que él esperaba la castigue con silencio, desprecio, chantajes, humillaciones, golpes, etc. Qué diferente sería si en nuestra crianza y educación nos relacionáramos con lxs peques de manera horizontal y respetuosa.
Relación parental
Los niños y las niñas hasta los 6 años poseen una mente absorbente. Este tipo de mente infantil es como una esponja y no tiene filtro, todo lo que entra por sus sentidos se encarna en ellxs y se convierten en eso. Un /a infante que vive en un ambiente familiar hostil, donde hay toxicidad, agresividad o maltrato, no tiene la capacidad de juzgar y decidir que esa situación es dañina y no la quiere para sí mismx. Inconscientemente interiorizará ese patrón de relación y probablemente más adelante lo reproducirá en su núcleo familiar. Para prevenir esto, lo ideal sería crear un ambiente comprensivo y respetuoso, y en caso de que no se cumpliera, la opción más saludable sería separarse, protegiendo así a lxs hijxs y enseñándoles a no permanecer en lugares o con personas con las que no se sienten felices.
Represión emocional
Como mencioné en otro artículo sobre emociones, la rabia reprimida no desaparece, se transforma en destrucción después. Un niño o niña maltratadx no podrá enfrentarse a sus padres porque su supervivencia depende de ellxs. Se dejará de querer a sí mismx y su rabia se quedará enquistada esperando un motivo para salir. Normalmente, en el caso del hombre esa rabia contenida suele recaer sobre la persona más vulnerable que tiene a su lado, su mujer. En el caso de la mujer esa rabia suele recaer sobre ella misma, sintiéndose merecedora y permitiendo el maltrato. Como vemos, amar, cuidar, respetar a nuestrxs infantes y permitir la expresión de todas sus emociones es fundamental para prevenir la violencia de género.
Estereotipos de género
A estas alturas te estarás preguntando por qué si tanto niñas como niños son maltratadxs, viven en entornos violentos y son emocionalmente reprimidxs, la violencia de género ocurre principalmente en una dirección, de hombre a mujer. La respuesta son los estereotipos de género. Desde que nacemos somos tratadxs de diferente manera. A los niños se les enseña a ser fuertes y valientes, a no llorar, a pensar en sí mismos, a jugar bruscamente, a ocupar todo el patio del colegio, a ser graciosos, a poseer cosas y tener dinero, a salir y hacer lo que quieran cuando quieran. En cambio, a las niñas desde pequeñas se les enseña a ser delicadas y complacientes, a ser sensibles, a no ensuciarse, a quedarse en las esquinas del patio escolar, a ser precavidas y no llamar la atención, a centrarse en las labores del hogar, a cuidar de lxs demás, a salir y divertirse con precaución. No es de extrañar entonces, que dentro del ámbito familiar todos esos roles de género culturales y sociales, que no naturales, determinen quién dominará y quien será dominada, quien será el agresor y quien será la víctima.
Es conclusión, es urgente que revisemos nuestras creencias adultas, nuestra manera de relacionarnos con la infancia, y que empecemos a acompañar a los niños y las niñas desde el respeto, la igualdad y la equidad. Como dice Álvaro Pallamares “la crianza es un acto político”.
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